Libros
Quiero empezar con este libro por ser el último que ha caído en mis manos y tener reciente su lectura. En principio las expectativas eran muy buenas, por las opiniones que había escuchado o leído, aunque también, y a razón de otras que no eran tan buenas, quise asegurarme de primera mano.
Un libro muy entretenido, fácil de leer, con una buena historia y con una prometedora trama de suspense, en ocasiones un tanto fastidiosa por la cantidad de veces que termina los mini capítulos de igual manera. Dos historias que transcurren casi en paralelo y que va intercambiando a lo largo de la lectura, que acrecenta la intriga y hace que no puedas parar de leer, ofreciendo en ocasiones una incómoda parsimonia que nos lleva con cierta lentitud, y previsiblemente, a un impredecible final donde imaginas que ambas deben converger.
Ante todo hay que remarcar que se aprecia a primera vista el poderío de las editoriales punteras, que ofrecen un mazacote de quinientas y pico páginas que perfectamente podían haber quedado en trescientas por el volumen de lo escrito, basando su estrategia comercial en ofrecer cantidad, en este caso también calidad, por aquello de justificar su precio o porque al público pueda gustar más tener entre sus manos un mamotreto que un fino libro, desconozco si para no dejar indiferente a la persona que te observe mientras lees o mientras lo transportas en tus manos, ya que es difícil que pueda entrar en un bolso de bandolera.
Con algún error temporal y también de concepto, prácticamente imperceptibles, nos cuenta una atípica historia, un tanto futurista y algo surrealista, que te mantiene expectante hasta el final de su lectura.
En resumen, un buen libro.
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Ya hace 34 años de la mayor catástrofe nuclear del planeta, la de la central atómica de Chernóbil, un suceso olvidado, como muchos otros, que con el paso de los años hemos echado tan solo en el mínimo recuerdo que nos trae cuando escuchamos su extraño nombre soviético. Una catástrofe que pudo suponer una mayor tragedia de no ser porque se actuó con premura y efectividad, pese a que fueron muchas las personas afectadas y grandes los territorios envenenados por la radiación.
En este libro, las voces de Chernóbil, no se relata lo que ocurrió ni como ocurrió, ni cual fue el motivo que originó la explosión de uno de sus reactores, que tantas veces habremos escuchado ya y de los que todavía hoy desconocemos su origen y sus consecuencias.
Una recopilación de testimonios contados por personas afectadas por la proximidad de sus hogares, o porque fueron los primeros en actuar evitando en parte la propagación de la radiación hasta territorios y países más lejanos, y de los que ya solo queda su efímero recuerdo. Personas que fueron desplazadas y despojadas de todo lo que tenían. Personas que años después regresaron, sin miedo, porque añoraban su memoria y todo lo que allí habían dejado. También de aquellas que después de la autodeterminación de las repúblicas socialistas soviéticas en el año 1991, refugiaron allí sus vidas huyendo de las guerras o del desprecio de sus vecinos, si sus orígenes no se habían forjado en las regiones donde hasta ese momento convivían y que en el Chernóbil abandonado encontraron el alivio a todos sus desmanes.
Personas, gentes sin presente ni futuro, tan solo con pasado, a los que el miedo a lo que no se percibe, a lo que no tiene forma, ni color, ni aroma, ni sabor, no les preocupa tanto como el temor a las guerras y a todo lo que provoca el hombre.
Un emotivo homenaje a todos los que padecieron en primera persona aquella pesadilla.
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Películas
En ella se cuentan los principios artísticos de Reginald Kenneth Dwight, el mítico Elton John, con muy buen gusto en cuanto a la puesta en escena y al trabajo de sus protagonistas, en especial del joven y desconocido actor británico Taron Egerton.
Nada que descubrir si eres un fan incondicional del extravagante artista, todo lo contrario si únicamente has seguido su pasos musicales a través de la radio o de algún LP que compraste, unos pasos que siempre corrieron acompañados de su inseparable amigo y letrista Bernie Taupin, al que da vida el también joven actor británico Jamie Bell, conocido por su papel protagonista en Billy Elliot.
La película va creciendo según pasan los minutos de metraje, ofreciéndonos una larga lista de las canciones que le hicieron alcanzar el estrellato, entre ellas la que da titulo al largometraje, Rocketman, a veces como banda sonora y otras en riguroso directo, lo que mantiene la expectación de un film divertido, intrigante y muy colorista, en ocasiones dramático, donde poder conocer un poco más al estrafalario artista, en todo su esplendor, antes de que decidiera dejar de lado su faceta más loca y libidinosa.
Una gran película que creció a la sombra de otra.
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No son pocas las películas que en los últimos años se han realizado y cuyo tema principal es la exploración del espacio exterior, bien para que conozcamos lo que se cuece en la Estación Espacial Internacional, en el caso de Gravity, bien ofreciéndonos la posibilidad de que en un futuro no muy lejano el ser humano pueda habitar el planeta rojo, en la película Marte, o buscando planetas más allá de nuestra galaxia, a través de agujeros negros, con parecidas características al nuestro, como la espectacular Interstellar.
Cualquiera de la tres nos ofrece una posibilidad, ya no tan remota, de conocer cómo será previsiblemente nuestro futuro más inmediato si no dejamos de castigar el único planeta que de momento es capaz de albergar vida en su seno.
En AD ASTRA van un poco más allá y esa posibilidad se convierte en real cuando vemos la Luna y Marte habitadas por humanos, y desde donde hace unos años se envió una nave tripulada cuya misión era la de buscar y encontrar vida fuera del sistema solar.
Con una amenaza desconocida, y bajo un ambiente claustrofóbico, crean una trama que bien pudiera asemejarse a la de Apocalipse Now, donde los miedos, las incertidumbres y la locura que produce la soledad son sus argumentos principales.
Película entretenida, al igual que las otras tres mencionadas, para verlas tranquilamente una noche de esas en la que no tienes otra cosa mejor que hacer.
Su protagonista principal, Brad Pitt, como en casi todas las películas en las que aparece, está a la altura.
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Novena película de Quentin Tarantino y, como algunas de las anteriores, con intenso y extenso diálogo y parecida intriga y suspense. Aunque quizás en un principio se pueda hacer un poco lenta y pesada, conforme pasan los minutos adquiere algo más de ritmo y vistosidad, con un final muy a su manera.
La película nos traslada al Hollywood de los años 60, a la época dorada del cine, donde un actor de segunda fila (Leonardo DiCaprio) junto con su fiel escudero (Brad Pitt), su mejor amigo, su doble y su especialista en escenas arriesgadas, tratan de no caer en el olvido de los grandes productores y así poder continuar disfrutando de su inestable carrera cinematográfica.
Una historia, la del actor y su compinche, que se desarrolla en paralelo al romance del director polaco Roman Polanscky y Sharon Tate (Margot Robbie), a la que Tarantino da una vuelta de rosca, cómica y grotesca como es su estilo, llevando al espectador al límite de sus sentimientos más cáusticos, aunque bien es verdad que en ciertos momentos pueda dar la sensación que hay escenas que las ha metido con calzador.
Grandes interpretaciones de ambos protagonistas y otra gran película del estrambótico director.
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